Para el siglo V d.c (quinto después de cristo), poco queda de la grandiosa y poderosa Roma. Dividida en dos imperios, Oriente (luego llamado Bizantino) y Occidente (el cual termina cayendo en el año 476 d.c), lucha por conservar su hegemonía ante bárbaros y persas. Pero eso no es todo, por las estepas se acerca un enemigo al que jamás se han enfrentado y que arrasa todo a su paso como si un verdadero infierno fuera su misma escolta. Atila, al que llaman ‘El Azote de Dios’ y al que parece que le acompañan las huestes del mismo infierno, no trae consigo más que dolor y destrucción; y al que le enfrente solo le espera que su ciudad quede reducida hasta los mismos cimientos.